¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



viernes, 27 de agosto de 2010

Casida Dal


Mi caballo y yo somos uno.

Yo le guío y él me conduce.

Cuando paramos para que abreve, aprovecho
y descanso seguro a su sombra.

Sabe mejor que nadie dónde debe dirigir sus pasos
y cuando le hablo de mi destino se siente satisfecho
porque comprende los sentimientos que me embargan.

No le exijo como si se tratara de una simple montura
ni como a bestia que estuviera a mi servicio.

Él y yo somos indivisibles.

Hay algo más decisivo en él: su compañía calma.
Al caer la noche sus ojos de topacio me preguntan por ti.

Entonces mis palabras se deslizan por su lomo,
trenzan sus crines, prenden en sus ijares
y lo enjaezan de punta a punta de su hermosa arquitectura.

Bondad infinita esta identidad de dos seres que se ayudan
para alcanzar la dicha.

2 comentarios:

  1. Son una de mis pasiones ... Los caballos.
    En cada pisada cientos de hilos invisibles unen piel y esencia, alma y alma.
    Seres tremendamente nobles, leales y por qué no decirlo bellos en si mismos.
    A veces cuando se pierde la brújula de las emociones a sus lomos se encuenta la calma y sus ojos para mi son el espejo del alma, ese en el que apetece mirarse cuando sientes que lo(s) demás falla(n).
    Al menos así era...

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    1. Aunque cuán triste destino han tenido en infinidad de ocasiones de la llamada humanidad...

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