¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



martes, 7 de septiembre de 2010

Casida Sad


Dice de la ciudad mi rapaz predilecta

que aquélla es generosa con cuantos viajeros llegan a ella sin dobleces.

Escuchó conversaciones entre las que se prima la afición a lo próximo
y a cuanto emana del esfuerzo y el sentimiento de sus habitantes.

El buen hacer de la yesería que escribe sobre los frisos,
el arte de las fuentes y la arquitectura de los pensiles,
el cultivo de eras y huertas dadivosas
y el cuidado con que se hace crecer los olivos bajo la cúpula del cielo.

Dice mi fiel emisario que oteó desde azoteas
en las que el olor de los fogones congrega a las almas.

Se asomó a las habitaciones en penumbra donde los susurros escuchados
sonaban a aprendizaje de lenguajes nuevos.

Y contempló incluso a seres solitarios suspirando melancólicos
en rincones apartados de sus moradas,
pronunciando nombres de mujer o evocando silencios de hombres.

Me ha dicho que en algunos altillos de las casas iluminados por el sol
hay hombres concentrados que manejan extraños instrumentos
y que se hacen preguntas constantemente sobre cuanto abarca sus miradas.

Fueron algunas de las visiones que esta ave del destino me hizo saber.
Premiado sea por cuanta ilusión pone en el corazón del hombre que busca.

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