¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



domingo, 17 de octubre de 2010

Casida Nun


Hijo, me dice el venturoso anciano de largos cabellos,

¿también tú vas a probar suerte a la ciudad dorada?

Mira que la ciudad del califa no admite a cualquiera.

Aceptan a los artesanos más hábiles. Rechazan a los músicos que no dominan
las variantes del laúd. Contratan los astrónomos más expertos.
Desechan a guerreros que no han combatido. Permiten arquitectos
que no hayan construido edificios más soberbios. Expulsan a los haraganes
que deambulan por las calles ociosos. ¿Aún deseas llegar allí?

Hombre santo, mi empeño es otro, le contesté. Y mi mente y mis manos
no serían nada sin mi corazón.

Vas por buen camino, me respondió el anciano de enredados cabellos.

Besé sus manos, que es de agradecidos,
pues al inquirir sobre mis pasos afirmó la búsqueda secreta que me guía.

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