El niño se ovilla
y con cada sombra que recorre
el cuarto en las noches
se inquieta.
Siempre detrás hay
un tótem
con calor natural
dispuesto a protegerle.
Más adelante tendrá
que recurrir a otro ídolo
una máscara
que llega con palabras de divinidad.
Ambas lenguas le servirán
para afrontar los miedos
y creerse seguro en medio
de las tormentas.
Una le sirve para hablar al mundo
y prevenirse de él.
La otra es más difícil
pues tiene que enfrentarse
con el temor más íntimo.
Aún no sabe aquel niño
si fue el azar
o la bondad conque le mecieron
lo que le salvó.
Hoy carece
de aquellas voces
y se habla a sí mismo
unas veces con ironía
otras con desgarro
buscando el alma de las letras.
Imagen: Ugo Mulas
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ResponderEliminarUna imagen vale más que mil palabras, ¿no? Parece que usted está cantando La Violetera.
EliminarNi idea, pero recuerdo que me obligaron, como siempre.
EliminarTiempos penitentes, vamos.
Eliminar¡Qué gran pérdida la de la visión del mundo que teníamos cuando éramos niños¡
ResponderEliminarUn abrazo
Una otra visión que no perdemos del todo como ves, pues si uno es capaz de meditar sobre aquello es que aún nos quedan referencias. Un abrazo.
EliminarMuy buen poema.
ResponderEliminarGracias por tu estímulo, pero te confesaré que la poesía me deja harto insatisfecho. No obstante cada expresión responde a su momento, y mejor o peor, la respeto. Un abrazo.
EliminarAuguri per ogni sorriso che ti farà star bene, per ogni sogno che vorrai realizzare, per ogni bacio che ti scalderà il cuore. Buon anno!
ResponderEliminari migliori auguri per il 2016, sì.
EliminarEl alma de las letras es escurridiza a veces y el niño se desespera de tanto buscar. Bs.
ResponderEliminarMuy escurridiza y jugando al escondite, sí. Gracias.
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