Nada importa que los arqueros del califa afinen su puntería.
Ni que los guardianes de las puertas de la ciudad echen los rastrillos.
Ni que el gobernador envíe a su tropa de élite tras los pasos del intruso.
Llegaré arriesgando y desafiando la suerte
que me ha sido revelada por el oráculo de mi origen.
Entraré por el ámbito menos esperado hasta el patio de los jazmines.
No seré visto porque un hechizo me ocultará de la vista de los ajenos.
Sólo tú distinguirás mi etérea presencia
en el instante en que una oleada cálida acaricie la hondonada de tu nuca.
Alabo desde esta hora la buena estrella en tu nombre y en el mío.
En verdad es así,
ResponderEliminarSomos invisibles
Para quien no ve mas allá
En verdad,
La vida de algunos
Pasa sin más
Y la de otros se detiene
Sin poder volver atrás
-Invisibles al mirar-
Buscamos la brujula
Que guie emociones
La nuca que sienta
Vida sin caducar.
Sueños sobre la adversidad.
...Eterea presencia.
Vaya, vaya, qué bien expresado y con qué cadencia. No sé si etéreos somos -si me permites- pero pasajeros y efímeros mucho, todo, aunque algunos actúen como propietarios de eternidad.
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