Hundo mis manos en la arena
Allí abajo está ella en su forma de piedra,
en su rostro de origen,
la mujer que reclama mis sueños y sube por las calles de la medina
invocándome para protegerse de sí misma.
Ella no sabe o acaso lo presiente
que, mientras recorro la tierra yerma del deseo, hago lo mismo
convirtiendo mi piel en palabras con que sujeto al viento.
Bienvenida la mujer que parte desde lejanos parajes para salir a mi encuentro.
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