En el sueño de la noche sin luna
se me mostró el ave del paraíso.
Su cola de colores intensos llevaba bordado tu nombre.
Al agitarla, cada letra se desperdigaba como si fuera lluvia.
Yo corría a recoger pluma a pluma para recomponerlo.
Pero cuanto más me dispersaba en su búsqueda
más letras se desprendían hasta multiplicarse como estrellas.
Sólo entonces comprendí que no importaba que perdieras tu nombre.
Y que eras más que el misterioso designio de un sueño.
Desperté lamentando tu ausencia. Y te invoqué.
Tú sabes del dolor ante la experiencia de la belleza, tú lo sabes.
ResponderEliminarEso es lo que yo hago tras leer esta casida.
Gracias, Anónimo. No vas descaminado. La belleza me hizo sufrir siempre mucho. La belleza siempre pide más. Y no somos demiurgos.
ResponderEliminarCuando abrimos el arco-iris de las sensaciones nos convertimos en su gama de colores...
ResponderEliminarOlvidamos muchas cosas, lugares, nombres... Pero nunca olvidamos cómo nos hicieron sentir.
Esas estrellan saben de ausencia ... Al fin y cabo somos polvo de estrella.
No podemos olvidar la materia del instinto que nos produce sensaciones.
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